Asimismo, algunos iluminados sostienen que las peleas “hacen bien”, que ayudan a los integrantes de la pareja a conocerse más. Los más extremistas confiesan en rueda de
Y de todo esto vamos a
En toda pareja existen peleas. Sí, bueno, pero bien podría no haberlas. Sería mejor. El reconocimiento de la existencia de las peleas no significa que éstas sean buenas. Es absurdo que frente a
El siguiente punto dice que lo mejor de las peleas son las reconciliaciones. Otra pavada monumental, similar a
Después seguiremos con este temita, pero antes veamos el tercer asuntito, que dice que las peleas sirven para conocerse más, como si tirarse con ceniceros fuera una actividad académica. ¿Qué aprendimos luego de una reyerta conyugal? Nada, excepto que nuestra
Hasta aquí, nadie va a poder demostrarme lo maravilloso y “normal” que tienen estas
Pero sigamos profundizando, dijo el ginecólogo.
RECONCILIACIONES EN
Básicamente hay tres tipos de reconciliaciones:
a) La negociación;
b) El “aquí no ha pasado nada”; y
c) La rendición lisa y llana.
La primera de ellas suele ser la más publicitadas por los
modernos y psicoanalizados, quienes creen que todo puede charlarse, entenderse y explicarse. Estas gentes sostienen que hasta la corneada más atroz puede solucionarse mientras se toma un café. Sin ser tan fanáticos, esta “negociación” se basa en un intercambio de ideas, en la que el marido le manifiesta a su mujer que no le pareció bien que ella se encamara con el vigilante de la esquina. Ella se defiende argumentando que lo hizo para castigarlo a él (a su marido, no al vigilante que la pasó fenómeno) porque la
Todo esto que parece tan civilizado y “chic”, no es más que una formidable pelotudez. En estas negociaciones siempre hay uno que pierde y otro que gana y, casualmente, quien más gana es quien se mandó la mayor cagada. El que ha sido cagado termina pidiendo perdón y sacrificando cosas que van desde el orgullo hasta algunos hábitos.
La segunda opción, la de “aquí no ha pasado nada”, también es peligrosa, aunque muy romántica y cinematográfica.
Consiste más o menos en lo siguiente: una pareja se pelea por motivos que no vienen al caso pero que seguramente son culpa de la mujer. Se gritan, se putean, se arrojan con comestibles, pasan luego a tirarse con adornos y elementos de cierto
De la pelea ni rastros. Si esto fuera una película, éste sería el momento para los títulos de cierre, todos felices y contentos. Pero no es una película, no. Es la
¿Aquí no ha pasado nada? ¡Las pelotas!
Aparentemente ya está todo bien. Pero no. La mierda quedó. Y volverá a salir a flote en cuanto uno de los dos se acuerde. En cuanto el tipo vaya a afeitarse a la mañana y descubra que no hay botiquín y que tendrá que afeitarse mirándose en su mano derecha. En cuanto ella se tenga que maquillar de
¡ME RINDO, ME RINDO!
Este último caso ni siquiera debería ser tomado en
Supongamos que, apenas iniciada su relación de pareja, usted tiene un pequeño e insignificante entredicho con su novia. Una pavada, supongamos que usted se olvidó de que en determinada fecha se cumplieron tres
A las dos horas usted se olvida del
-¡No quiero!
-¿Qué mierda te pasa?
-Nada. Estoy enojada.
-¿Enojada por qué?
-Ah, no sé... pero estoy enojada. Pedime perdón –dice ella sonriendo un poco-.
-¿Por qué mierda te voy a pedir perdón por algo que ni sé qué es?
-Haceme la ovejita.
-¿?
-¡La ovejita! ¡Bee bee!
-¡Ah, bueno! Bee be... ¡Listo, vamos a comer!
-No, no! ¡Hacela bien! ¡Con trompita!
Y usted hace la ovejita, beee beee, con trompita y todo y van a cenar.
Esta pelotudez, aparentemente insignificante, se pone peligrosa cuando pasa a convertirse en mito imprescindible para cualquier intento de reconciliación, por fuerte que sea la pelea y sea cual fuere el lugar donde se encontraren, digo yo por no haberle pifiado a las conjugaciones.
A partir de ahora, usted deberá imitar a un ovino maricón cada vez que su novia se haga la ofendida, sin importar que estén en un restaurante de categoría, compartiendo una cena con el
Usted ha sentado un precedente y a partir de ese momento, antes de intentar cualquier tipo de diálogo serio con su pareja, deberá imitar el balido de una oveja malcogida poniendo trompita, aunque estén peleando porque ella se puso en pedo y le eructó en el oído al gerente.
Además, dejando de lado lo del beee, beee, que puede ser una gracia, después de todo, lo importante es que usted pidió perdón primero –recordemos que por una boludez-, y desde ese momento deberá pedir perdón siempre, en cualquier ocasión, cualquiera sea el
Una cagada, vea.
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